"Hay plantas de igual tipo que no están en la lista de estupefacientes".
La Constitución marca
el inicio de un nuevo paradigma para la coca, lo que se concretó con la
denuncia de Bolivia a la Convención Única de 1961 y su readhesión en
2013, bajo la reserva sobre el derecho al uso tradicional, ritual,
cultural y medicinal de la planta en su estado natural.
Esta reserva nos
obliga a establecer mecanismos de control sobre el cultivo para
prevenir la producción ilícita de estupefacientes extraíbles de la hoja.
Así nace en 2017 la Ley General de Coca, para regular la cadena de
producción solo en territorio local, lo que dificulta la apertura de
mercados internacionales.
La Convención Única autoriza su exportación exclusiva con fines
medicinales y científicos, y “para la preparación de un agente
saporífero que no contenga ningún alcaloide” (principalmente para la
Coca-Cola). “Desde 2000 Perú ha sido el único país que ha exportado hoja
de coca para el mercado mundial”, según la Junta Internacional de
Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), con un volumen en 2016 de 136
toneladas.
El artículo 12 de la Ley de Coca cita como prioridad nacional
su exportación y para esto Bolivia tiene dos caminos:
Primero,
solicitar una revisión crítica a la Organización Mundial de la Salud
(OMS) para que con base en estudios se recomiende la reclasificación de
la hoja de coca.
La Lista I (de estupefacientes) justifica incluirla con
dos argumentos: que es materia prima para la extracción de cocaína y su
supuesta peligrosidad para la salud (error histórico que puede ser
corregido desde evidencia científica).
Segundo, negociar un acuerdo
inter se (latín, entre sí) con países interesados en importar, esto
permitiría modificar las reglas de la Convención entre partes.
Ambas rutas llevan a reflexionar sobre otras plantas con propiedades
estimulantes comparables con la coca que también son materia prima de
alcaloides fácilmente extraíbles, pero que no están en las listas de
fiscalización internacional.
Khat. Originaria del este de África, su producción y uso tradicional
está en Etiopía, Kenia, Somalia. Sus propiedades estimulantes hacen que
su masticado sea parte importante del desarrollo de la vida social, con
hasta 20 millones de usuarios en África y en diásporas en Europa y
Norteamérica. Posee catinona y catina, incluidas en las listas I y III
de la Convención de sustancias psicotrópicas de 1971, y la norefedrina,
fiscalizada como precursor para la fabricación ilícita de anfetaminas en
la Convención de 1988. Las hojas de la planta sin embargo no están
enlistadas.
En los
últimos 20 años khat se ha convertido en la segunda fuente de ingresos
para Etiopía y millones de agricultores dependen económicamente de su
cultivo en más de 250.000 hectáreas. Aunque la OMS dice que “la amenaza a
la salud pública no es lo suficientemente significativa como para
justificar el control internacional”, los controles en Europa y
Norteamérica aumentaron y dificultan su exportación desde África, donde
el uso y mercado son legales.
Efedra. Con grandes extensiones silvestres y cultivadas en Asia y
China, es parte de la medicina china tradicional hace 5.000 años. Sus
componentes activos, la efedrina y seudoefedrina, son usados en fármacos
contra la tos y el asma. En los 80, la planta se volvió de fácil acceso
en el mercado internacional, pero hoy sus componentes están incluidos
en el Cuadro I de la Convención de 1988, pues son precursores para la
producción de metanfetamina. Así como el khat, en su forma natural la
Efedra tampoco está sujeta a control internacional, aunque varios países
sí han introducido medidas de control.
Kratom. Árbol del sureste asiático, de hojas con propiedades
medicinales y estimulantes. Su uso ancestral y cultural es similar al de
la hoja de coca: se lo ingesta en mates o masticando. En bajas dosis es
estimulante y ayuda a reducir el apetito y la fatiga; en dosis altas
sus alcaloides tienen un efecto más parecido al de opio. Ni la planta ni
su principal compuesto psicoactivo (mitraginina) están sujetos a
control internacional, aunque está prohibido en Malasia, Myanmar y
Australia. Posee un mercado legal en Indonesia y su exportación es la
mayor fuente para el mercado internacional. EEUU es un creciente mercado
con un valor anual de más de 200 millones de dólares. Para
contrarrestar esta disponibilidad, la DEA impulsa una prohibición
federal, pero varios estados se resisten y prefieren regular su acceso
legal en reconocimiento a sus beneficios en la actual crisis de
opioides. Habían 47.600 muertes por sobredosis relacionadas con opioides
en EEUU en 2017 y mucha gente empezó a usar kratom como sustituto.
En Tailandia lo usan más de 1 millón de personas. En 1943 se prohibió
su uso y desde entonces hubo campañas policiales para cortar árboles de
kratom y arrestar a miles de usuarios. Después de un estudio profundo y
un experimento con “control comunitario” (inspirado por el modelo de
control social de Bolivia), el Parlamento tailandés aprobó en diciembre
de 2018 cambios legislativos que representan una revalorización y
descriminalización de usos tradicionales y medicinales del kratom.
Aprendizaje. El trato diferenciado de otras plantas con características
comparables a las de la coca dentro del sistema internacional de
control de drogas, refuerza los argumentos para exigir cambios en la
clasificación de la hoja de coca y la apertura de un mercado
internacional.
Khat y
efedra son ejemplos de plantas cuyos principales alcaloides están
incluidos en las listas de los tratados al igual que la cocaína, pero
que nunca han estado bajo control internacional como plantas.
El
criterio de la extractabilidad fácil de estupefacientes no se ha
aplicado en estos casos para argumentar la necesidad de imponer el mismo
nivel de control internacional a las plantas. La expansión rápida del
mercado internacional de kratom, cuyos componentes activos no han sido
sometidos a control internacional, es un buen ejemplo que demuestra el
potencial de una “globalización” de usos tradicionales en nuevos
escenarios. En los casos de khat y coca, el proceso de globalización de
sus usos empezó ya con la migración desde África y la región Andina
hacia Europa y Norteamérica. La defensa del derecho de la diáspora
boliviana a mantener sus usos tradicionales sería otro argumento más
para legitimar la exportación de la hoja de coca.
El potencial de exportación de la coca puede ser muy grande para su uso
en bebidas energizantes, licores, suplementos alimenticios, productos
fitoterapéuticos y estimulantes suaves. Hay que avanzar en los caminos
disponibles para abrir espacios en el mercado internacional, buscando
alianzas para una gestión ante la OMS de revisar la clasificación y para
llegar a un acuerdo inter se con otros países.
(La Razón, 22 de mayo de 2019)
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